A la sala de reuniones
en la que me encontraba desde hacía unas cuantas horas, un compañero le dice
'el conference del fin del mundo'. Él dice que ahí se planea el fin del mundo.
Yo no lo sé. Pero estábamos hablando con avaricia de cantidades grotescas de
dinero, y me sobaba las manos cuando sonó la alerta de la BBC.
'Muere el escritor
mexicano Carlos Fuentes', leía el push notification. A mi cabeza llegó de
golpe: "Negar que fui comunista hubiese sido negar
que fui joven". Qué mala pata. Me sé de memoria varias citas de
Fuentes, y esa de Los años con Laura Díaz fue la primera en visitarme.
Tomé el celular y lo
volteé. Seguí hablando como si nada, seguí escribiendo dígitos en Excel. Risas.
Palmadas en los hombros. Cuando salía de 'el conference del fin del mundo'
sentí helada la espalda. Sudor. Y ya de camino a mi escritorio pensé en Agustín
Lara, en José Alfredo, en Piazzolla… la muerte de Fuentes reclamaba música en
mi cabeza. Y tan absurdo como llegó Laura Díaz, llegó Fito y empecé a silbar 'Las
cosas tienen movimiento'.
Muchas
veces me pregunto
que
estamos haciendo acá
dejo de
pensar y veo que al final
siempre
estarás,
siempre
estarás
en mí.
Pensé en Artemio Cruz,
en Aura… me vi a mi hace quince años aprendiendo a leer, ya no como niño, ni
para el colegio, sino yo y mi cabeza enfrentándose a un libro por el puro
placer, por pura curiosidad. Descubriendo, pasando esas primeras hojas
apasionantes que nunca regresan. Maravillándome. Descubriendo mundos, ciudades,
sentado en un parque, en el Metro, en el water.
Me dolió la muerte de
Carlos Fuentes. Me dolió porque me hizo reconocer que ya no disfruto los libros
como entonces, es más, ya casi ni leo.
Una voz,
como un sentimiento
o una
canción
algo más
que me
ayude a despertar
a seguir,
a no bajar la guardia
siempre a
seguir
no
esperes,
no te
enseñaré a vivir.
Ayer no
me podía dormir. Gracias a Dios fui a una clase de degustación de vino y ya
cuando llegué a casa O estaba dormida. Yo mordí un pedazo de queso Oaxaca y
miré la luna, susurrando todavía.
En
México, durante una Cátedra Alfonso Reyes, Carlos Fuentes me negó un autógrafo.
En Puerto Rico, saliendo del teatro de la Universidad hace dos años, le di la
mano.
Movimiento,
las cosas tienen movimiento
la
oportunidad de estar en libertad,
como un
soplo,
como una
lluvia,
como un
rayo una luna
oxigenarás,
mi vida hasta estallar
es que
siempre estarás
siempre
estarás
en mi.
O se muere por que le
cuente por qué me duele la muerte de un escritor. No sé ni qué decirle. Se fue
el gran narrador de mi país, justo cuando mi país necesita imperativamente ser
narrado.
Fuentes no es mi
escritor favorito. Pero simple y sencillamente no hay un libro, un cuento de
él, que yo no haya leído. Y lo leí para entender y disfrutar mientras trataba
de entender. Me encabrona que no le hayan dado el Nobel. Fuentes siempre tuvo
un compromiso con la literatura universal. 'Si ha Kafka no se lo dieron, ¿por
qué a mi? ', dijo alguna vez. También, llegó a reconocer que él cambiaría todos
los premios, por ver una vez más a su hijo, muerto.
Los próximos meses serán
de desempolvar 'El espejo enterrado', 'Gringo viejo', 'La frontera de cristal'
y mi primera edición de 'La región más transparente'.
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Lalo, un escritor duele porque con él se nos muere el lector que fuimos, o peor, nos renace con hambre y el hambre duele. Acá en Miami, en este pedazo de continente (qué raros son los continentes), me ha dolido también.
ResponderEliminarHay dolores que son necesarios. Y si es para que renazca el lector, habrá valido la pena la muerte. Gracias por compartir esto.
ResponderEliminarAy, Lalo, me haz parado los pelos. Gracias. Te quiero mucho. Y a O tambor.
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