lunes, 21 de febrero de 2011

Capítulo 82



Para aquellos que todavía se preguntan por qué Morelli, por qué Morelliana... aquí va la mejor respuesta posible, la Morelliana más certera, palabras que no se olvidan y que se aprendieron hace mucho.

Morelliana.

¿Por qué escribo esto? No tengo ideas claras, ni siquiera tengo ideas. Hay jirones, impulsos, bloques, y todo busca una forma, entonces entra en juego el ritmo y yo escribo dentro de este ritmo, escribo por él, movido por él y no por eso que llaman el pensamiento y que hace la prosa literaria u otra. Hay primero una situación confusa, que sólo puede definirse en la palabra; de esa penumbra parto, y si lo que quiero decir (si lo que quiere decirse) tiene suficiente fuerza, inmediatamente se inicia el swing, un balanceo rítmico que me saca a la superficie, lo ilumina todo, conjuga esa materia confusa y el que la padece en una tercera instancia clara y como fatal: la frase, el párrafo, la página, el capítulo, el libro. Ese balanceo, ese swing en el que se va informando la materia confusa, es para mí la única certidumbre de su necesidad, porque apenas cesa comprendo que no tengo ya nada que decir. Y también es la única recompensa de mi trabajo: sentir que lo que he escrito es como un lomo de gato bajo la caricia, con chispas y un arquearse cadencioso. Así por la escritura bajo el volcán, me acerco a las Madres, me conecto con el Centro -sea lo que sea. Escribir es dibujar mi mandala y a la vez recorrerlo, inventar la purificación purificándose; tarea de pobre shamán blanco con calzoncillos de nylon.

(-99)

La primera vez que leí Rayuela, me gustaba iniciar mi lectura escuchando a Rachmaninoff, y su concierto que reinará por siempre en mi, y que aveces me hace levantarme y buscarme un vaso con leche fría. Los dejo con Kissin, la última joya rusa. Nadie como un ruso para interpretar a un compatriota.

Estrellita

Hace días que no puedo sacarme a Estrellita de la cabeza. Cuando eso pasa, sucede que mi reacción inmediata es buscar a O e ir directo al aeropuerto y comprar pasajes para México.

En mi sueño (aunque aveces estoy despierto) una vez en México busco a mi Mamá, a mis hermanos, a Marisa y vamos a casa de mis abuelos. Después de besar a mi abuelo, le pido que toque Estrellita, vals desgarrador, esperanzador, uno de los más famosos, y curiosamente mexicano, de Manuel M. Ponce.

Mi abuelo toca Estrellita con sus manos viejas, con sus gruesos dedos marca las notas con inusual precisión, con sus ojitos medio cerrados, e intercalando sonrisas con labios apretados.

Mi peor pesadilla es cuando falte mi abuelo. Yo sé que podré superar el shock inicial de su partida, pero cuando nos demos cuenta que falta su música, que su guitarra está en un rincón y nadie la limpia, no sé lo que haré.

Aunque mi Estrellita nace en la guitarra de mi abuelo, es con Vengerov y Heifetz (dioses del violín) con quienes mi mente suple el recuerdo.

A media mudanza, instalando el cuarto (4to) hogar de O y mío, donde espero recibir a mi familia y a mis amigos, Estrellita no deja de sonar y retumba entre mis orejas.

Aquí les dejo a Vengerov, a Heifetz, y a una guitarra que me recuerda a mi abuelo:







sábado, 5 de febrero de 2011

Medio Día

Mi mamá en NY. Mi papá nervioso por el Super Bowl. Dany perdida en DF. Don T en algún lugar con Ana. Mis abues en su casa. Marisa haciendo la compra en el mercado. El Chapul haciendo las maletas para escapar del frío. El Huevo en la boda de su hermano. Sil y Doc en UK, soportanto el Top Gear. Miguel comprando carreola y haciendo memoria de cómo cambiar un pañal. Iván o en la piscina o tocando el cello. Edgar en Stanford. Wi en el Viejo San Juan celebrando el cumpleaños. 'O' en su clase de francés conversacional básico...

Yo me niego a hacer algo (ya fui al gym, ojo) y 'No god but God' no es suficiente. Un mediodía puede ser larguísimo y convertirse realmente en la mitad de un día. Tengo ganas de Cernuda, o de Pessoa. Pero O me lo tiene prohibido porque luego le cuesta sacarme del lado oscuro. Decidí ir a la ducha, y mientras me enjabonaba el pelo canté a todo pulmón 'Las llaves de mi alma', y recordé al 'Chente' y me dio gusto ser mexicano. (Un tándem terrible, creo que Cernuda y Pessoa no son tan mala idea después de todo...)

Volveré a Reza Aslan, a tratar de entender la Revolución Islámica y el por qué el Mundo Árabe está tan turbio. Merkel y Cameron critican el multiculturalismo mientras mi realidad multicultural me confunde y me da una inmensa paz.

Los Tacvbos me hacen compañía:

jueves, 3 de febrero de 2011

Weird Fishes

Los Andrade preferimos el silencio. En el mejor de los casos, las bromas pesadas y la música, si de verdad queremos comunicar algo con urgencia.

Nunca lo he entendido, pero es así. A veces mi abuela toca su trompeta invisible, o mi tía Pitusa canta a sus adentros con tantísima pasión, o la 'Chapulín' se derrite bajo la luz tenue de la chimenea con el piano de Evgeny Kissin. Y ya saben los que leen aquí, que mi padre y su música son tan inseparables como incomprensibles.

En fin. Mi parte de Andrade lo acepta, y echa mano de eso cuando tiene que decirle algo a 'otro', a otro Andrade…

Ya venía desde hace tiempo calentando motores para escribirle a mi hermano, Juan.

Mi historia con Juan no es sencilla, y nunca lo será. Como nunca serán exactas las palabras, ni las canciones que puedan ligarme a él con precisión. Y digo canciones, porque son ellas las que siempre me recuerdan a mi hermano. Interpol, Pulp, The Strokes, The Smiths, son su legado...

Don T, como lo conocemos, es un tipo bueno. Tan bueno que guarda para los más cercanos lo mejor de él.

Recuerdo con cariño el día de mi boda. Pienso que pocos me creerán cuando les digo que nunca pensé en casarme. No confundan el pensamiento con el deseo. En mi cabeza, nunca hubo un plan para una boda.

Pese a que la vida me ha bendecido siempre con excelentes amigos, a los cuales nunca he sabido corresponder, desde que Odette y yo decidimos casarnos, nunca dudé en pedirle a mi hermano que fuese mi Padrino de Bodas. Juan, mi abuelo Lalo y yo fuimos a desayunar ese día, y comimos 'torrejas'. Mi abuelo nos contaba historias lindísimas, como siempre. Juan y yo escuchábamos atentos, contentos. Él, se preparaba con cada bocado -típico en él- para cumplir su papel con cabalidad. Lo hizo.

Juan siempre ha sido un maestro, a su manera, y en no pocas materias. La música, el deporte y la historia, son tópicos que siempre nos han unido. Aunque la unión muchas veces hayan sido peleas, y los moretones testigos de esa unión.

Nunca he conocido a un hombre que deseé tanto una boda, como mi hermano. Creo que el simple hecho de anhelar tanto el amor eterno de una mujer, habla por si solo de la clase de hombre que es Juan.

Desconozco si algún día logrará lo que tanto sueña. Ana parece prometedora, pero 'uno nunca sabe'… Lo que si puede saber Juan, es que cuando llegue el día, yo estaré a su lado. Como siempre hemos estado el uno con el otro, aunque falten o sobren las palabras.

Con amor al Don T: