Hace días que no puedo sacarme a Estrellita de la cabeza. Cuando eso pasa, sucede que mi reacción inmediata es buscar a O e ir directo al aeropuerto y comprar pasajes para México.
En mi sueño (aunque aveces estoy despierto) una vez en México busco a mi Mamá, a mis hermanos, a Marisa y vamos a casa de mis abuelos. Después de besar a mi abuelo, le pido que toque Estrellita, vals desgarrador, esperanzador, uno de los más famosos, y curiosamente mexicano, de Manuel M. Ponce.
Mi abuelo toca Estrellita con sus manos viejas, con sus gruesos dedos marca las notas con inusual precisión, con sus ojitos medio cerrados, e intercalando sonrisas con labios apretados.
Mi peor pesadilla es cuando falte mi abuelo. Yo sé que podré superar el shock inicial de su partida, pero cuando nos demos cuenta que falta su música, que su guitarra está en un rincón y nadie la limpia, no sé lo que haré.
Aunque mi Estrellita nace en la guitarra de mi abuelo, es con Vengerov y Heifetz (dioses del violín) con quienes mi mente suple el recuerdo.
A media mudanza, instalando el cuarto (4to) hogar de O y mío, donde espero recibir a mi familia y a mis amigos, Estrellita no deja de sonar y retumba entre mis orejas.
Aquí les dejo a Vengerov, a Heifetz, y a una guitarra que me recuerda a mi abuelo:
Pompita, hiciste que se me salieran las lágrimas. Que gran regalo es leerte en las mañanas, casi como si estuvieras aquí.
ResponderEliminarTe amo