martes, 17 de enero de 2012

Blanco nocturno

Hoy le decía a I que desde 2666 no me vivía un libro como El Testigo.

Lo que he callado, lo que guardaba para éste espacio, es que el libro me pareció inminentemente pertinente de cara a este 2012 que apenas respira.

Sobre todo para mí país. Aunque el libro lleve 11 años en los anaqueles y con el Herralde a cuestas, y ya el PAN vaya de salida y la guerra con el narco cuente 50,000 muertos; El Testigo no pierde vigencia, certeza.

No se confunda, lector, el libro no es una narco-novela de esas que pululan. Es una historia de cualquier familia mexicana, sin importar que sea uno rico ó pobre, chilango o sinaloense. La humanidad, la intriga, los datos, López Velarde, la política, el insesto...

Y, si uno resulta que es mexicano en el extranjero, el concepto del regreso salpica y hunde.

Ahora comienzo Blanco nocturno, del colosal Piglia.

Le digo a O que el protagonista es un puertorriqueño radicano en New Jersey y se le abren los ojos como niña emocionada.

Le pregunto sobre personajes principales boricuas en novelas famosas. Me calla con un beso. Solo un tonto se fija en esos detalles.

Ahora con mi lámpara blanca en mi buró, leeré muchísimo, volveré al hábito de aveces no querer salir porque junto a mi cama me espera un buen libro.

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Seguro sorprenderé a un par de ustedes. Pero si se piensa, la sorpresa no será tanta: aquí, con defectos y poco mundo, procuramos siempre la mejor calidad sin importar géneros. Los dejo con la banda Pearl Jam, y un tema que toca las fibras más proofundas: Yellow Ledbetter. Han pasado muchos años, Juan y yo comenzábamos a escuchar música, a apreciarla; pero la banda de Seattle sigue siendo de las más grandes.



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