Si Nueva York es la ciudad que nunca duerme, el D.F. es un gigante gris, viejo y desaliñado, que muy pocas veces despierta.
Leo finalmente la gran novela de Villoro, que no había podido conseguir hasta ahora. Me he vuelto adicto a El Testigo.
Despegó el avión y yo miré cómo nos alejábamos de ese tierno infierno. Yo era entonces otro testigo.
Durante dos semanas y media no dejaba de dilucidar sobre si un avión es solo una aeronave estilizada y motorizada, y no una máquina de realidades paralelas, algo digno de H.G. Wells, o un sueño de Verne, que te transporta a olores, a pieles, a abrazos, a sonrisas, a espacios, a cielos que juraste alguna vez que serían irrepetibles, aún para un testigo muy conocido como yo.
Al aterrizar, me inserté en una perfecta maqueta, como si mirase una exposición de un gran arquitecto, y lo reconocí todo… el avión entró por la costa norte y vimos como se formaba Cataño, la bahía de San Juan, el Viejo San Juan, Miramar, Condado y su laguna, Santurce y finalmente Isla Verde.
Hoy trabajé desde temprano hasta tarde en la noche. Aún así hubo tiempo para pasar a buscar un buen vino, y pan, para subir a la azotea con O y sentarnos a ver las estrellas y comer queso Oaxaca en nuestro 4to aniversario de bodas.
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Mientras mirábamos hacia arriba y le enseñaba a O las pocas constelaciones que me sé, puse en el iPhone 'All You Need Is Love', y O y yo nos miramos sin parpadear, sin vergüenza, sin temor, sin rencores… los genios de Liverpool nos enseñaron hace tiempo que lo único que hace falta es Amor.
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