Leo Rayuela.
Hasta hace algunos años llevaba en una libreta las cuentas, las distintas formas en que la he jugado, los distintos comienzos y finales.
Ya no.
Leo Rayuela como despidiéndome.
Si con nostalgia, pero también con recelo.
Preguntándome qué tanto bien, qué tanto mal me has hecho… Rayuela.
Caminé países y ciudades, buscando a La Maga. (Ese que era yo a los 17 años debe estar realmente orgulloso)
Hoy. Yo ya no juego ese juego.
Emboqué la piedrita algunas veces.
Estuve en el cielo, pero duró lo que tarda otro en preparar su próximo tiro.
La gran mayoría de las piedritas cayeron fuera de los bordes de tiza y fui yo quien la pagó –¿quién más?- y sigue pagando.
Hace algunos días, de madrugada me levantaron unas palabras. Quizá un título acompañado de una línea, una cita, que evidentemente no era mía: El origen de las cosas. ‘Se creó en ti, tanto amor como era posible de crearse’.
Esa noche, tuve el reflejo y la suerte de escribirla.
Ayer que hablé contigo, lo entendí todo.
Eras tú que me llamabas. Era para ti.
Quiero pensar que yo venía ya por el camino
De lo que otros llamarían ‘madurez’
Pero que realmente es otra cosa
Juego al amor
A la familia
A los pequeños detalles
A la consistencia
Se creó en ti, tanto amor como era posible de crearse.
Y fue así.
Esa es la enseñanza
La señal de que ahora todo cambia
Y me sirve a mi para prepararme
Para cuando sea el momento de nosotros, de Diani y el mío
Se creó en ti, tanto amor como era posible de crearse.
Si toda la vida, tú has sido mi maestra
¿quién más debía enseñarme este camino?
Solo tú
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No hace justicia ni se relaciona con la noticia. Pero estoy escuchando de nuevo a Scriabin. Esta pieza, interpretada por Horowitz, es de una hermosura gigantesca y durante mucho tiempo ha estado en mi vida.
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