domingo, 27 de marzo de 2011

Los aviones

Otra vez eramos Calamaro y yo contra el mundo. O se había quedado dormida en el segundo round de la pelea previa a la estelar. Faltaba mucho y yo entre asalto y asalto miraba un poco el iPhone y mis playlists planeando cómo iba a animar el regreso a casa.

Los amigos son excelentes, quizá nadie como A me ha ayudado tanto desde que llegué a la Isla. A preparó un lomo relleno de guayaba y queso del país. Yo unas papitas al horno en salsa de perejil. El primer vino fue realmente malo. El segundo mejoró bastante la cosa.

El box prometía, y además ellos saben bastante y conocen, lo que aseguraba comentarios inteligentes, pronósticos acertados, en síntesis: seriedad, requisito importantísimo en el box.

O despertó justo cuando el cubano derribaba por cuarta vez al mexicano. Como si estuviera levantándose en nuestra cama, se sentó en el sillón, estiró largamente los brazos y sonrió a todos.

Abrazos, próximos menús (se habla de pasta con mariscos al tequila), besos, más abrazos, despedidas sinceras. O sube al coche y lo inclina lo más posible para ir semi acostada.

Calamaro estaba listo desde hacía rato, definitivamente empezaríamos con Los Aviones para abrir bien esos ojos, y por qué no, cantar un poquito...

Es tarde se hizo de día
menos mal, que está nublado
se acabó todo lo que había
queda un cigarro mojado
porque quiero dormir
y soñar con ella
mientras por afuera
pasan los aviones

Yendo sobre esa amplia carretera donde ahora nacen afiches luminosos cada día, supe que no estaba llegando a San Juan, que estaba en otro lado, otro lado muy mío, y me fijé en los espectaculares, de pronto lo que aparecía del otro lado del vidrio eran curvas que yo conocía, rectas, baches familiares... bien podía ver la gran bandera en San Ángel, y seguir hacia el Sur por los carriles centrales del Periférico.

no quiero que se termine
no quiero que me abandones
me olvidé de avisar
no te voy a llamar

Me recordé lo especial que es ver esta isla cuando aterrizas de noche en San Juan. Y del la casa en Hato Rey, cuando nuestro pasatiempo era mirar a los aviones que pasaban volando bajito, justo encima de la casa. Luego me recordé del sentimiento descomunal que sentí cuando era chico y aterrizé por primera vez de noche en el D.F. Los aviones muchas veces te muestran cosas que nadie más puede.

No llegué a mi mágico cerro, no pude saludar a mi madre. O se despertó y me miró cuando se abría la puerta del garage, y dijo: que bueno que ya llegamos. Y si, llegué a casa.

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Les dejó a Don Andrés Calamaro, con Los aviones... uno de los más grandes interpretes y cantautores latinoamericanos. Descubrirlo se lo debo a Miguel.

1 comentario:

  1. Pronto nos saludaremos con muchos besos y abrazos en San Juan!
    Te adoro hijo...

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