miércoles, 20 de abril de 2011

Sin muchas respuestas

Me había quedado con la cosquillita de ahondar más sobre el tema. En "Entre dos aguas", me preguntaba: ¿Por qué, a propósito, se aleja a las personas que quieren a uno?

Chapul me ha escrito un email hermoso (no merezco tanta atención, en verdad lo digo). Ahí, ella me platica que, antes, tenía "la buena costumbre de escribir cartas hasta que un día inconscientemente decidió no hacerlo porque le empezó a doler la distancia".

Ella lleva toda una vida lejos. Ella sabe que ya no pertenece ni al lado de allá, ni al de acá. Sabe que su mundo son sus espacios, sus tiempos, sus costumbres, sus gentes (tanto de allá como de acá). Que su mundo es el Chix.

Yo le digo, que creo que es algo normal. El dejar de hablar, de escribir, de llamar. El dejar entrar un poquito el viento en la recámara del alma, para que se refresque nomás.

O me regaña constantemente por no hablar a casa de mi madre. Por no buscar (aunque sea digitalmente) a mis amigos.

Yo le digo a O (y se lo he comentado a amigos cercanísimos, Sil, Jex y Doc) que no es tan fácil. Que mi vida de nómada, de paria distraído, de tímido sonriente, me ha bendecido con muchísimas cosas... pero no me regaló el don de la cercanía, del llamado constante, la respuesta pronta. Al igual que a la Chapul.

Solo los que dejamos personas -vidas- atrás (sin importar motivos); conocemos el dolor de la distancia. Cómo paliamos el dolor, es asunto de cada uno. (Ojo, a los mexicanos nos encanta sufrir, por eso quizá inconscientemente aumentamos los alcances de la distancia). Por eso alejamos a las personas.

Me duele escribirlo, y eso solo confirma que no soy -ni cerca- un buen amigo (de nadie) pero desde que mi vida de nómada comenzó, cuando era n chiquillo, he alejado a muchísimas personas, a propósito a veces, inconscientemente otras. En todo caso, pido perdón.

En cuestiones familiares es diferente. He tratado de mantener estos años una buena y constante comunicación. Además, mi conciencia (mi inconsciente) está tranquilo, pues tranquilamente y sin ningún afán (incluso con humildad y con un poco de orgullo) puedo decir que fui (soy) un buen hijo, que fui (soy) un buen nieto, que fui (soy) un buen hermano. Que fui (soy) un buen sobrino, primo, etc...

Lo único es que aveces uno no tiene mucho que decir. La boca está seca y uno acaba de beber agua fresca. Los sentimientos agolpados, se transforman en monosílabos, si acaso... en un 'todo está bien', en momentos de lucidez, en un "todo está súper bien". Hay veces que uno habla por que tiene que hablar, pero ningún teléfono, celular, Skype, email, chat... nada, puede ser un vehículo que pueda comunicar los pesares, los dolores.

La tecnología todavía no nos ha vendido un hombro digital, en el cual llorar. Un holograma de la madre, de la hermana....

Es mejor así. Hay muchos canales ahora, muchos gadgets, pero qué poco es lo que queda por decir.

Este, es un tributo para la Chapul. Una tía fantástica. Una confidente excepcional.

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Cuando hay pocas respuestas, siempre estará Silvio. El único CD que le he regalado al Chapul, fue uno de él. Ella ya lo había olvidado (otra vez, la distancia).

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