lunes, 23 de mayo de 2011

El Discipulado

O viaja demasiado. Tanto, que ya me he tenido que enfrentar al desgarrador hecho de que me tengo que enseñar a hacerme mi propio café. El café de O es la panacea universal. Es el núcleo de todas nuestras mañanas. Yo bato la leche, ponga el azúcar morena, ella cuela el café como caribeña que es.

Me gusta llevarla al aeropuerto. Es una bendición vivir en un clima en que la madrugada es tan fresca, guardando el calorcito suficiente como para usar siempre pantalones cortos. Uno no suda en la madrugada, y eso es un milagro. Le di un beso, le bajé su maleta, y le dije lo orgulloso que estoy por la excelente profesional que es.

De regreso a casa un buen Jazz, con las ventanas de coche abajo, mirando la ciudad que duerme todavía.

Ya la hora de ir saliendo al trabajo, debo enfrentar mis fantasmas, y plantarme en la estufa con greca en mano. El café resultó de lo más bueno.

Nunca me ha tomado más de 10 minutos hacer algunos de los escritos de este espacio... esta bitácora de viaje. Yo voy juntando, recopilando sensaciones, sentimientos, y me nace desde el estómago, y luego sube a la garganta y se queda atrás de la cabeza... ahí ya no hay vuelta atrás, tengo que escribir o exploto, como dijera Mailer, 'escribir, bien mata'.

Son 10 minutos en que no hay nada. No existe nada. Ni yo, ni la computadora. Es algo entre mi corazón y mis dedos.

Hablando de la nada. Murió Sabato. Yo me enteré por Edgar, que me envió la noticia desde Stanford. Edgar, Iván y yo, leímos juntos toda la saga de Sabato. Tengo en mi pequeña biblioteca (un viajero no puede tener una biblioteca amplia, solo recuerdos) un librito titulado 'Cuentos que me apasionaron'.

Entre Marguerite Yourcenar y Dostoievski, Sabato coloca a Hugo Mujica y su El Discipulado. Poeta, escritor argentino que terminó siendo monje budista.

Me identifiqué un poco con el linyera, pero también con el muchacho imberbe. Aquí un fragmento, que narra un poco una sensación que desde que tengo conciencia me delata:

"Empezó cuando madrugaba, cuando todavía me acostaba. Siempre me gustó madrugar, madrugar para ver cómo el día empieza, verlo cómo se abre, verlo crecer como una planta de luz que se abre desde la raíz, desde la noche. Escuchaba el despertador, aunque casi siempre me despertaba cinco minutos antes, miraba el reloj y corría a apagarlo antes de que sonara, de que me taladrara la cabeza. Después volvía a acostarme, cinco minutos, nada mas, por disciplina, cinco minutos nada mas. Desde la cama miraba el techo y sentía que no había ninguna razón para levantarme, que nada de lo que me esperaba podría llegar a entusiasmarme. No era que no me gustase, simplemente que no me importaba, que lo mío era eso, no hacer nada. Lo mío era mirar hacia el techo, mirar hacia arriba, mirar nada… Siempre necesitaba un pensamiento, una idea, algo que me diera fuerzas para levantarme, no por vago, vago nunca fui, siempre fui disciplinado… Algo que me diera fuerzas para levantarme y hacer lo que los otros hacían, lo que los otros habían inventado que yo tenia que hacer si quería vivir como ellos vivían, como a mi no me importaba vivir”.

Adiós Ernesto.

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Hoy la madrugada me regaló al imponente Thelonious. Además de invitarlos a disfrutar de la música, miren el video... y fíjense en el pie derecho de Thelonious Monk. Qué ganas de ser ese pie. Disfruten de 'Round About Midnight'

1 comentario:

  1. Hijo, no cabe duda que eres un alma vieja... si tu supieras lo que significa ese recorrido desde que juntas los pensamientos desde el estómago, pasando por la garganta hasta llegar a atrás de la cabeza donde si no escribes explotas..... es el camino que recorre una conciencia elevada y lo que escribes viene directo de tu subconsciente y más allá....
    Es para mi siempre un placer leer tu blog y después disfrutar la música. Hoy te pude ver perfectamente cuando ibas hacia tu casa de regreso del aeropuerto. Te amo, eres el mejor!

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